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  • En otras zonas del feminismo el andr gino fue visto

    2018-11-03

    En otras zonas del feminismo, el andrógino fue visto más bien como un escape del cuerpo (como si se pudiera tal cosa); se le achacaba que evitara puntos clave del debate feminista, que era un mito sexista disfrazado (aunque pramipexole dihydrochloride Supplier mí me parezca más bien un mito asexual desnudo) y, en el ámbito psicoanalítico, con Julia Kristeva a la cabeza, se percibía como narcisismo autodestructivo. En su libro Historias de amor, Kristeva niega el carácter bisexual del andrógino y lo ve más bien como unisexual: “en sí mismo es dos, onanista consciente, totalidad cerrada, tierra y cielo chocando el uno con el otro, fusión gozosa a dos dedos de la catástrofe” (Kristeva 1987: 60). Kristeva es acérrima enemiga del andrógino y en su encono confunde el mito y la terapia, pasa con una facilidad pasmosa de los seres esféricos de Platón a sus pacientes de diván, y lo que es una dimensión metafísica se transforma apenas en una fantasía homosexual de androginia. Según ella, en el estado andrógino no se produce una copresencia de los opuestos, sino que lo masculino absorbe a lo femenino, lo engulle: “Absorción de lo femenino en el hombre, ocultación de lo femenino en la mujer, la androginia le ajusta las cuentas a la femineidad: el andrógino es un falo disfrazado de mujer; ignorando la diferencia, es la mascarada más hipócrita de una liquidación de la femineidad” (Kristeva 1987: 61). Se trataría de una forma de colonización del otro que lleva al desprecio del sexo opuesto. Heilbrun y Kristeva representan posturas opuestas sobre las posibilidades del andrógino en el debate teórico feminista. Son las dos partes de un ginandro crítico en eterno conflicto consigo mismo. Corresponden a dos momentos de recepción de la androginia como estrategia sexual: una, Heilbrun, los años sesenta y setenta del siglo pasado, cuando el feminismo abogaba por un ser andrógino que combinara en sí lo femenino y lo masculino, y pusiera en jaque el orden burgués; la otra, Kristeva, los años 80 y el nuevo fin de siglo, que buscó resaltar las diferencias entre los sexos y quemar cualquier puente que pudiera unir a las partes. De esta forma, el andrógino hippie murió de sida a mediados de los ochenta, sólo para rencarnar como androide transgénero en tiempos posmodernos
    Hermafrodita-andrógino El Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (rae), en su vigésima segunda edición (2001), define la palabra hermafrodita como proveniente del francés hermaphrodite, y sus dos primeras acepciones son: 1. adj. Que tiene los dos sexos; 2. adj. Dicho de una persona: con tejido testicular y ovárico en sus gónadas, lo cual origina anomalías somáticas que le dan la apariencia de reunir ambos sexos. Por su parte, el prestigioso Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Joan Corominas nos dice que el vocablo hermafrodita es tomado del latín Hermaphroditus, “personaje mitológico hijo de Hermes y Afrodita, que participaba de los dos sexos; nótese la pintoresca alteración por etimología popular manflorita(o/ito), manflor(a), manflórico, empleada popularmente en toda América” (Corominas 1980). Los significados que dan ambos diccionarios coinciden en la mención de la coexistencia de dos sexos, pero se diferencian en que la rae no presenta la palabra como sustantivo, uno de sus usos posibles, a Constitutive mutations pesar de que da una definición biomédica de esta condición corporal e incluso proporciona un juicio valorativo: “origina anomalías somáticas en una persona que le dan la apariencia de reunir ambos sexos”. Asimismo, la rae no da raíz grecolatina alguna cuando es evidente que este es el origen de la palabra. En contraste, Corominas se centra en el origen mitológico de Hermafrodita como nombre propio, Hermaphroditus, y hace particular mención a las palabras derivadas de él en el habla popular latinoamericana que señalan despectivamente el afeminamiento masculino. Las ligeras variaciones en la significación de hermafrodita aumentan cuando la rae, en su primera acepción de andrógino (una vez habiendo proporcionado, al igual que Corominas, la etimología: “del latín androgynus, y este del gr. άνδρóγυνoς, der. de άνήρ, άνδρóς “varón” y γυνή “mujer”), nos remite de inmediato al adjetivo hermafrodita (la apariencia de reunir ambos sexos), y en la segunda nos dice: “Dicho de una persona: cuyos rasgos externos no se corresponden definidamente con los propios de su sexo”, con lo cual no se alude a la engañosa pero cierta combinación de los sexos en las gónadas establecida en hermafrodita, sino a la existencia de un sexo único que no se exterioriza en plenitud. Respecto a andrógino, Corominas define la palabra diciendo que se refiere a aquel “que tiene órganos sexuales masculinos y femeninos”, con lo cual se equiparan de forma definitiva ambos vocablos: se dice de un ser que es simultáneamente macho y hembra.