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  • Es la sordidez de un silencio lleno de se alamientos

    2018-10-29

    Es la sordidez de un silencio lleno de señalamientos y murmuraciones, de desprecios y risitas, lo que Monsiváis ve diluirse poco Specifically poco. Pérdida, sordidez, culpa, jinetes de un apocalipsis subjetivo. Esa lógica comenzó a desbaratarse con un escándalo; la culpa, con una muerte. De este modo, su escritura reflexiona a partir de hitos que le permiten pensar, crear una escena y esbozar una trama. Entre el baile de los 41 y el asesinato de Estrada han transcurrido 90 años, casi un siglo. “La sordidez del crimen le pertenece por entero a sus autores” —escribe— “a los partes policiacos que desdeñan a los pervertidos, y a los reporteros que al mofarse de los muertos creen obtener lo que siempre les estará negado: la autoridad moral” (Monsiváis 1992: 243). Si la pérdida ha comenzado a transformase en energía solidaria, la sordidez le ha sido devuelta a sus autores. Este desplazamiento de la sordidez se articula con la eliminación de la noción de pecado de la cual habla Monsiváis. Solo el pecado es capaz de sostener la sordidez como una especie de lectura colectiva de las intimidades y de los cuerpos, de los deseos y de las debilidades. El pecado es la sordidez humana ante Dios. Esta, a su vez, es la imposibilidad de los humanos mismos de hacer coincidir sus actos con sus intenciones. La sordidez surge de la alteridad, como el pecado de la ajenitud humana con respecto a la intención divina. Entre Novo y Estrada se han movido las piezas que organizan el comienzo de una comunidad. En su homenaje a Francisco Estrada escribe: “Véase lo conseguido por los grupos mexicanos en unos cuantos años [...] Genuino movimiento social, ellos le dan a la prevención del sida y a la atención de los enfermos y seropositivos el carácter urgente que es una de las grandes reclamaciones morales del fin del siglo” (Monsiváis 1992: 243). Y agrega que: ¿De qué se puede estar orgulloso? Es una pregunta difícil, pero Monsiváis la despersonaliza y constituye en objeto de orgullo a una comunidad: la de los disidentes sexuales de todo tipo. La pregunta que ronda el texto sobre Novo es ¿de qué se avergüenza esa red infinita de amistades “devastada por la lógica de una minoría sin orgullos”? Minoría sin orgullos, orgullo de una comunidad. Este es el trazo secular que esboza Monsiváis, coleccionando datos y descripciones. “El ghetto gay de la década de 1920, ’reino increíble, disperso, nocturno, vergonzante o descarado’, con pobladores marcados por la sensación de sólo reconocerse en la apetencia, el choteo circundante y el autochoteo circular” (Monsiváis 2008: 33). Los integrantes del movimiento que surgió en los años 70, a DNA polymerase quienes Monsiváis describe en 1992, se reconocen en sus acciones colectivas, en las organizaciones que han creado, en sus publicaciones. Los pobladores del gueto de los 20 se identifican solo en su apetencia e imprecaciones. En 60 años, ese mundo de “las catacumbas móviles y de rigurosa disciplina nocturna” se transformó en un movimiento social que el autor ubica a la vanguardia del cambio moral y cultural del país. Solo se puede estar orgulloso de una comunidad si también se lo está de uno mismo. Y el orgullo es una práctica de sí en este escenario. Novo se escarmienta a sí mismo y se parodia; Estrada vive plenamente sus responsabilidades y apego a tareas colectivas. Novo solo podría apegarse a sí mismo, porque no hay otro referente al que dirigirse. Estrada se dirige a los enfermos y a los amenazados. El choteo circundante se transforma, en cierta medida, en una solidaridad urgente.
    “Al borde del extravío.” El sexo proletario Al referirse a un famoso local de los años 90 situado en la Plaza Garibaldi, en el centro histórico de la ciudad de México, Monsiváis escribe: Los soldados así descritos evitan el destino de alguien como Novo, quien titula su autobiografía La estatua de sal. (1998). No son gays, dice, y golpearían a quien les dijera algo así, pero buscan en la noche proletaria y lumpenesca posibilidades no normativas para “darle chance a su libido”. Ellos se mueven entre un público en su mayoría gay, “lo que modifica la mecánica del deseo insatisfecho, al añadirle la costumbre de las penumbras”.